El día, como si de una broma pesada se tratase, había
amanecido soleado, con un cielo color azul brillante que sólo traía un
pensamiento a la cabeza. El recuerdo de un joven al que era imposible no
recordar con un brillo especial en la mirada, con más ganas de vivir de las que
podía soportar cualquiera de los que se encontrase a su lado, transmitiendo ese
sentimiento que era capaz de hacerte reír hasta en el día más sombrío, hasta en
la noche más oscura. El celeste de Edward se habría confundido con el fondo que
el día había pintado para el día de su funeral. El momento más injusto que el
destino había decidido para la complicada vida que había sufrido el huérfano de
los Lupin, el primero de los primos Weasley.
Los ojos se habían secado, los llantos no salían más, el
desasosiego no dejaba nada más, no permitía que el grito que había consumido a
la familia, la pena que parecía acabar, el miedo que se había ido tras un mes
de incertidumbre. No se vivía. No. Los sueños, las risas prometedoras dentro de
una habitación de hospital parecían tan lejanas, tan extrañas para los demás,
que nada las traería de vuelta, porque no había nada que las fuese a traer de vuelta.
No. El mundo sólo podía ser más triste, menos brillante, menos divertido.
Menos. Sólo eso, sólo una constante rutina eterna sin nada que fuese a romper
por completo la monotonía.
Todo estaba preparado, ni si quiera en aquella ocasión
Andrómeda se había atrevido a no permitirle a la rubia que no celebrase aquel
acontecimiento. En menos de dos días Victoire había solucionado el papeleo correspondiente,
los trámites pertinentes y todo estaba preparado para que aquella mañana las
cenizas de su mejor amigo fueran enterradas entre las lápidas de sus padres,
como siempre debió de ser, como siempre debieron de estar: juntos como una
familia. Sabía que Parks y Harry querían hablar, pero aún no tenía segura la
asistencia de Scarlett. Molly había hablado con la muchacha, pero intentar
conocer qué iba a hacer o no, era casi más complicado que intentar devolverle
la vida el joven Lupin. Al menos sí que tenía seguro que el resto de la familia
aparecería, los abuelos Weasley, todos sus tíos (con Ginny y Hermione a la
cabeza), Molly, Lilu, James…. Y pese a todo Victoire se sentía sola y vacía.
Tan vacía por dentro….
El sol salía y empezaba a iluminar la Madriguera, pero ella
no había dormido, no le había sido posible, como tampoco los días anteriores, a
lo mejor la rubia sólo esperaba que una vez acabase todo aquello, una vez el
día viese su fin, sucediese lo mismo con su dolor. A lo mejor tan sólo esperaba
encontrarse de una vez con aquello que le habían quitado, tal vez sólo esperaba
que la vida le tuviese preparada una muerte dulce y silenciosa. En su cabeza
sólo una cosa le daba vueltas: las esperanzas…. Esperanzas que nunca llegaron a
suceder, promesas que quedaron en el aire y nunca se cumplieron, sueños que
sólo iban a ser. No habría ninguna tarde en galerías de arte, ni un día en el
campo, ni clases de dibujo… No existirían aquellas promesas, aquellos planes
para cuando él saliese del hospital.
Era pronto, quizá demasiado, pero el sol ya iluminaba la cara de una Victoire sentada en la cama, una Victoire que se abrazaba las piernas ci miedo, con angustia, con ese dolor que le oprimía el pecho. Con lágrimas que empañaban sus mejillas, constantes, eternas y que hacían su aparición cuando nadie estaba allí para verlas. Enfrente de la cama el vestido negro, preparado desde hacía días colgado de la puerta del armario, evitando así tener que abrir para encontrarse en el espejo con una imagen que no quería ver. A los pies, una par de zapatos azules de charol, una extraña promesa que le hizo entre risas; una palabras que no creía que tener que cumplir nunca; unas palabras que acabarían por atormentarla. La voz de su prima Molly sonó escaleras abajo, iniciando así un ritual para la rubia que comenzaba por secar sus lágrimas y ponerse una máscara de seriedad, una de nula respuesta; una fachada que levaba portando desde hacía demasiado tiempo.
Por aguantar un poco más, por no preocupar a los demás; sólo por ello,había que aguantar, había que controlarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario