El trabajo en la librería se había alargado más de lo esperado, y al final era media noche y yo acababa de salir del pequeño local cercano al Támesis. Incoscientemente comienzo a caminar sin ganas, cansada, no quiero llegar y que él no esté. El peso de los grandes libros que he de mirar para la semana que viene y el propio cansancio de haber pasado un día más fuera de casa me hacen ir más lenta mientras el ruido de los zapatos sobre la acera resuena en la fría noche. Los veinte minutos hasta el edificio en el que tengo el apartamento se alargaron hasta límites insospechados; pero una pequeña sonrisa se dibuja en mi cara al pensar que al final estoy en casa, mi casa. En el ascensor hasta la última planta, y allí la última puerta de la derecha. Un pequeño espacio se abre al pasar el umbral de la puerta, a la derecha ese mínimo pasillo en el que apenas entran dos personas que es la cocina separada del salón con una pequeña barra americana en la que ahora mismo descansan los pesados y antiguos libros, así como la cazadora, la bufanda y los guantes. Las luces tenues que iluminan la ribera del río son lo único que necesito para adentrarme hasta el dormitorio y tirar la ropa usada al montón... tendría que hacer la colada. Pero no tengo fuerzas ni para cenar, y me meto en la cama a duras penas. Es viernes, y no estoy con él... estúpidos franceses y sus estúpidas guerras, él tan lejos de mi, y yo sin saber siquiera si estará bien, o si esta será su última noche, el colgante en mi mano aferrándome a su primera muestra de cariño, a la más significativa, aunque no la más importante.. no, esa está en uno de los finos dedos.
"Fuerte Vic, has de ser fuerte, se lo prometiste y tú siempre cumples tus promesas".
Qué bien escribes rubia, no me canso de leerte blonde loupe
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