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Londres, lluvia y llanto

Un sonoro portazo retumbó en la pequeña estancia cuando Vic cerró la puerta con fuerza. No, no había nada bueno para ella, ni si quiera el mundo podría tener algo de sentido ahora. Fuera, en Londres llovía, como cualquier día más, como otro día más. La única diferencia es que ahora también lloraba ella.

No esperaba que el amor surgiera rápido, no quería dejarse llevar a una relación tan duradera y complicada como la que tuvo con Jem. Por una vez, abandonó su parte racional y sólo se dejó guiar. Sin pensar, sin cuestionarse el cómo o por qué, se encontraba besando los labios de aquel joven que la transportaban a mundos que no hubiera llegado a pensar. Caricias que le movían las mariposas del estómago, y la hacían temblar como una hoja al viento.

No, no había planeado nada, porque por una vez se volvía a sentir ella, sin tapujos ni tapaderas. Sólo ella. No había explicaciones que dar, nadie con quién contar. Por eso no se protegió, porque por una vez parecía que la vida le sonría, que el mundo empezaba a brillar, que por fin el mundo tenía razón y a algo maravilloso le iba a suceder.

Acurrucada, abrazando las piernas a su pecho y llorando pensó en las pocas palabras que se dijeron, en la felicidad que durante unos breves intantes parecía reinar en su vida. Lloró, lloró por las esperanzas falsamente construidas, en las ideas que apenas eran para unos días después, en los viajes que aún ni si quiera se habían imadinado. Lloró. Y no había nadie que fuera a consolarla, que simplemente le prometiese que eso volvería a salir bien. No. Por una vez no iba a ser fuerte, se había cansado de ser la mujer de hierro, la impasible, la que nunca se fiaba de los demás. En aquel instante Vic sólo era esa niña que corría a acurrucarse con sus padres en las noches de tormenta, que lloraba cuando se caía y a la que sólo calmaba el color azul de Teddy en el pelo.

La vuelta a Londres, aquella que por un instante parecía ir viento en popa, volvía a torcerse. Recordándole a la muchacha rubia que aún tenía mucho por lo que dar explicaciones.

Otro cumpleaños más

Mucho hacía que no me pasaba por aquí, tanto como hace casi dos años. Lo cierto es que en muchos aspectos lo he añorado, tanto como para volver a escribir. El texto de hoy es algo que subí a Twitter el dos de mayo, algo que cada año he ido haciendo. Asique, así os dejo todos los post en un mismo texto. Espero que os guste. 




La mañana había amanecido como todas las anteriores, pero no quería levantarme. Nunca lo había querido hacer el día de mi cumpleaños, y eso no cambiaría por muchos años que pasasen. Tuve que arrastrarme para poder salir de la cama y llegar hasta la cocina, teniendo que prepararme el desayuno con una mezcla de sueño, apatía malestar en el estómago que no permitió que me tomase más de media taza de té. La pequeña bolsa de papel que había sobre la encimera me observaba. Me miraba esperando a que llegase su momento, un momento que ya no podía rechazar más el instante que definía ese día. Un pantalón negro y una chaqueta del mismo color fue lo único que se veía de mi ropa cuando comencé a dar vueltas en medio del salón para acabar apareciéndome a las afueras de un pequeño pueblo y un tanto lejos del recinto al que me dirigía. El camino lo hice sola, en silencio, pensando y pensando en todo lo que sucedió años atrás, haciendo un resumen de otra de las personas que habían pasado aquellas horribles horas en Hogwarts.
Para cuando llegué a la puerta del cementerio, las gafas de sol ya sólo cubría lía ojos rojos de los que no paraban de brotar lágrimas y más lágrimas. Camine entre las lapidas que se sucedian hasta que llegue al borde de un pequeño bosquete, sin que por ello dejase de caminar, queriendo llegar hasta el centro del mismo, delante de una única esquela. En ella sólo había una pequeña inscripción: "Remus y Tonks Lupin". La primera vez que vine hasta aquí mi padre me contó que realmente Tonks era el apellido de la madre de Teddy, pero que a fuerza de que no quería que la llamasen por su nombre, acabó siendo únicamente Tonks. Algunos años hablaba con ellos hasta que me quedaba sin voz, otros llegaba y me iba sin casi acercarme lo suficiente como para leer las letras. Este año, sin saber que decir sólo me senté y saqué lo que había en la pequeña bolsa de papel que llevaba desde que me desaparecí: una tableta de chocolate para Remus y unos bombones de colores chillones para Tonks. No había flores, no había ruido si quiera. No. Este día, el dos de mayo, es un día en el que siempre era mejor callar y sólo dejar pasar. Un día en el que nadie pensaba para si, sólo en aquellos que había dejado tras de si, en aquellos que había luchado por algo mejor y por los que gracias a su esfuerzo yo podía estar allí llorando. Porque sí, estaba orgullosa de mi nombre, pero también sabía que aquel no era un día sólo feliz. Sabía perfectamente que tanto mi abuela como George habrían pasado toda la noche llorando, que Teddy y Andromeda no habrían pegado ojo, que mi padre tendría un humor un poco cambiante que sólo mi madre podría apaciguar, que mi tío Harry habría vuelto al bosque prohibido intentando encontrarse de nuevo con aquellos que estuvieron a su lado cuando luchaba contra Voldemort. No... No era un día de celebración, era un día para recordar más que de celebrar. Este año sólo lloré, lloré por impotencia, por no poder evitarlo, por todos los que podría haber conocido y los que no. No, no cambiaría e. Absoluto lo que pasó, eso era algo que ya tenía más que claro, pero de vez en cuando alguien tenía que hacer por quienes murieron, y este año. Este año lo hacía yo.